En apenas unas horas concluirá en Sharm el Sheij (Egipto) la vigésimo séptima Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, una de las mayores y más relevantes plataformas de diálogo multilateral para definir los próximos pasos de la hoja de ruta que debe conducirnos a la reducción de las emisiones contaminantes, la limitación del calentamiento global y, por tanto, la mitigación de sus dañinos efectos.
Es imperante que tras esta cita mundial se multipliquen los esfuerzos de implementación que faciliten una acción climática ambiciosa alineada con compromisos concretos respaldados por un apoyo financiero, tecnológico y de desarrollo de capacidades cada vez mayor para lograr superar con éxito la primera meta establecida en el Acuerdo de París de 2015: si queremos limitar el calentamiento mundial a 1,5 grados centígrados para 2100, es necesario llegar a cero emisiones netas en 2050. Eso significa que, de forma inmediata y antes de 2030, el mundo tiene que reducir en más de la mitad sus emisiones contaminantes.
Estamos solo a ocho años de ese primer hito y, en España, según el Inventario de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el año pasado las emisiones brutas de dióxido de carbono (CO2) equivalentes sumaron casi 289 millones de toneladas, cifra alineada con el nivel de 1990 (290 millones de toneladas), año que se toma de referencia en el proceso de descarbonización mundial. Otro informe recientemente publicado por la organización Climate Trace sitúa a España en la posición trigésimo tercera en el volumen global de emisiones de CO2e lanzados a la atmosfera cada año (representa un 0,55% del total mundial), con 6,89 toneladas de emisiones per cápita, por debajo de Alemania, Reino Unido, Italia, Grecia o Portugal, aunque por encima de Francia. Esto significa que, pese al esfuerzo conseguido desde los máximos de 2007 (447 millones de toneladas), España todavía tiene que recortar de forma significativa sus emisiones.
El reto de la descarbonización es mayúsculo y es patente que, de momento, los resultados obtenidos son insuficientes. Un estudio del departamento de cambio climático de la ONU sobre los planes climáticos de los casi 200 países que forman parte del Acuerdo de París evidencia que los compromisos incluidos en esos planes nacionales encaminan al planeta hacia la senda de un incremento de la temperatura media de aproximadamente 2,5 grados para finales de siglo. Como alertó el secretario general de la ONU, António Guterres, en su discurso de apertura de esta COP27, “estamos en una carretera al infierno climático con el pie en el acelerador”.
Es necesario pasar de forma urgente de las palabras a la acción, abandonar la ecoimpostura y no desaprovechar la contribución de ninguna tecnología. Esta es la apuesta que desde Sedigas hemos llevado a la COP27, donde hemos trasladado nuestro convencimiento del papel fundamental de los gases de origen renovable en la descarbonización del sistema energético y productivo y hemos reivindicado la urgencia de impulsar ya mismo su despliegue, especialmente en el caso del biometano, con un momento de maduración tecnológica más avanzado que el del hidrógeno verde (sin duda vector energético de futuro), pero cuyo potencial no hemos sabido aun aprovechar como país.
Una oportunidad para favorecer la descarbonización del conjunto del sistema energético de un modo compatible con la seguridad de suministro apoyándonos en una infraestructura moderna y resiliente y en unas formidables capacidades técnicas e industriales ya existentes.
El biometano es una herramienta estratégica para alcanzar la neutralidad climática: por ser una tecnología facilitadora del reaprovechamiento y la circularidad de multitud de residuos que son una materia prima perfecta para su producción - solucionando en paralelo el problema de gestión existente en España -; y por su capacidad para introducirse en sectores de compleja electrificación como la industria calor-intensiva.
Es más, desde la perspectiva de las emisiones, el uso del biometano:
1) evita emisiones contaminantes que, de otro modo, se liberarían de forma natural a la atmosfera al tratar en un ambiente controlado residuos orgánicos en descomposición;
2) desplaza a los combustibles fósiles como fuentes de energía; y
3) ayuda a devolver el carbono orgánico al suelo y reduce la demanda de producción de fertilizantes minerales al usarse el digestato obtenido en el proceso de producción de biometano como biofertilizante.
Pero es necesario pasar de lo hipotético a lo real y transformar en realidad ese potencial. La Ley del Cambio Climático y Transición Energética y el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 son y serán clave en el cumplimiento de los compromisos climáticos España. Y en este sentido debe contemplarse una mayor ambición en el protagonismo que deben tener los gases renovables en el proceso de descarbonización de nuestro país, tanto en la producción de energía como en el consumo. Así lo hemos defendido en el proceso de revisión del PNIEC y confiamos en que cuando se materialice esta actualización en junio de 2023 estaremos más cerca de poder pasar a la acción, que es lo que el mundo reclama, actualizando los objetivos de la Hoja de Ruta del biogás.
También nos acerca a la acción la reciente entrada en vigor del marco normativo del Sistema de Garantías de Origen para los gases de origen renovable, estableciéndose dos hitos concretos para su puesta en funcionamiento: el registro de usuarios e instalaciones de producción deberá estar habilitado en enero de 2023 y la expedición de garantías de origen en marzo de 2023. El Gestor Técnico del Sistema gasista (Enagás GTS) ha sido designado de forma transitoria como entidad responsable de la puesta en marcha de este nuevo mecanismo que reforzará los incentivos para los productores de gases renovables y aportará un valor añadido definitivo para comercializarlos, fomentando su consumo con el consiguiente beneficio ambiental añadido.
En la lucha contra el cambio climático todas las voces deben ser escuchadas. Sin duda la COP es uno de los mejores escenarios para ello. Pero es momento de pasar a la acción, todos estamos llamados a ello y ninguna tecnología debe ser excluida. Es verdad que no está todo dicho y que debemos seguir dialogando, pero ha llegado el momento de actuar ya que, si no hacemos algo de forma decidida, el objetivo de que el incremento de temperatura no supere los 1,5 grados será más difícil de lograr.