Los gases con bajo contenido de carbono como el hidrógeno o el biometano son idóneos para reemplazar a los combustibles fósiles en sectores como la industria siderúrgica o química, el transporte marítimo, la aviación y el transporte por carretera donde la electrificación actualmente no es factible o demasiado costosa.
El hidrógeno limpio, producido a partir de energías renovables a través de la electrólisis, se considera clave para el sistema energético descarbonizado previsto por la Comisión Europea y se ha convertido en una prioridad, como lo demuestra la estrategia específica aprobada.
Actualmente el hidrógeno se produce mayoritariamente cerca de donde se usa, pero los volúmenes de producción como las distancias de transporte parecen aumentar. Los gasoductos, según un estudio financiado con fondos europeos por las consultoras Guidehouse y Tractabel Impact , “son el método de distribución más barato donde la demanda es lo suficientemente grande”.
“Un uso progresivo de mezclas de hidrógeno también puede contribuir al aprovechamiento de la infraestructura de gas natural existente, ayudando a aumentar la productividad de las tuberías”, escribió la Comisión en su estrategia de hidrógeno